
La maestra asumió que no sabía la respuesta de su ejercicio y me regresó a mi lugar, no sin antes aprovechar la ocasión de ridiculizar una vez más a otro alumno.Me senté y no faltó la amiga que trataba de consolarme por que estaba pálida y a punto de llorar.
Me faltaba el aire, una opresión en el pecho me mantenía recargada sobre la paleta del banco. Una especie de dolor intenso, algo que nunca había sentido. Llegó la hora del descanso y yo no lograba sentirme bien. Creo que en algún momento me escondí para ponerme a llorar.
Al salir de clases e ir a casa la molestia disminuyó. Obviamente no comenté nada a mi madre y aparenté normalidad. (Desde entonces la aparento ja)
Era hora de la comida y yo esperaba a que estuviera todo listo junto a mi hermana, sentadas a la mesa.
La mujer que nos rentaba la casa, Lidia apareció en la puerta del patio, como tantas veces. Nos dejaba recibir llamadas telefónicas en su línea y estaban llamando a mi madre. Ella salió a contestar. La pinche opresión volvió, algo andaba mal, ahora estaba segura.
Lo siguiente está borroso en mi memoria, pero al parecer ella regresó para decirme que mi abuelo estaba enfermo, lo llevaron a urgencias.
Me preguntó si queríamos comer antes de ir al hospital y yo, cobardemente dije que sí. Quería postergar el momento...
Años después la recuerdo llorando en silencio mientras cocina. Ella también sabía la gravedad de mi abuelo y no dijo más.
Luego otro momento borroso: el taxi de la esquina de la casa, el que tomábamos esporádicamente, cuando la situación lo ameritaba.
Ya no voy a alcanzar a mi papá, no lo voy a ver...
Mientras la miraba sin atreverme a decir nada.
El trayecto más largo de mi vida, la llegada al hospital. Mis tíos en la puerta de urgencias. El rostro lloroso de mi prima, Jenny. Mamá baja del taxi y corre a hablar con sus hermanas. Yo camino despacio y cuando llego a donde están la veo romper en llanto ya se fué. Entra a urgencias y la única que me explica lo que sucede: Carmen, mi tía dice lo que yo ya sabía. Me pide que vaya con mi prima. Obedezco, me acerco y la abrazo, me rechaza y se aleja...
La niña de doce años sintiéndose culpable.
Mi abuelo murió de tres ataques cardiacos fulminantes. Necio hasta al final, no se dejó morir al primero.
Esa mañana pidió almorzar tortillas de harina y café, se sentó y comió poco, no se sentía bien. Primero de tres, mientras yo estaba parada frente al pizarrón, faltándome el aire y sin saber por qué.
25-enero-1994/ 25-enero-2008
1 comentario:
Saludos
Confeción...al leer "Necio hasta al final" mis ojos desean emular a las cataras de Niagara, pues me recuerdó el estado actual de mi abuelo paterno, Cecilio.
Él, ahorita se encuentra en cama, se cayó tres veces, terco, por la embolia, se lastimo mucho su cuerpo.
Siento la partida de una de las personas más cercanas, familiares. Y sólo en mi cabeza aparece la afirmación "no hay que llorarle, ya que disfuto su vida, lo mejor es recordarlo como era, un luchador, necio gruño, pero hermoso de sentimientos, mi abuelo."
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