Julia sigue igual. Las tardes frías y lluviosas no hacen bien a ese aire azul que siempre la acompaña. El silencio se ha convertido en su principal recurso para escapar, la observo desde afuera aunque estemos en la misma habitación, a diario, como siempre. Sentada frente a mi, las horas nos pasan y ella sin decir palabra, perdida y lejana. El mismo día repetido infinitas veces, lo vivo a diario. Comienzo a resignarme en vivirlo para siempre.
He aprendido a vivir con el nudo que me impide respirar correctamente alojado en la garganta. Después de todo el truco está en permanecer inmóvil el mayor tiempo posible y economizar el oxígeno disponible.
Si hay algo que me está enloqueciendo, algo que no logro manejar es su distancia, el que no me deje acompañarla aunque sea dentro de la misma mierda azul, esa puta carga que no la deja, que la está consumiendo. Permanecer sentada mientras la vida se le esfuma entre los recuerdos y la culpa. Consumiéndose en una rutina asfixiante de dolor de 3 a 8 antes de ir a la cama a seguir con la otra condena.
Envejezco varios años cada tarde contemplándola, aunque ella esté en otra habitación paseándose nerviosamente. La leo, con solo ver sus ojos cada mediodía y sé que será otra de esas muchas tardes, las mas pesadas, las más dolorosas. Acepto la penitencia de sonreirle y fingirme estabilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario