Hace un par de noches me sorprendí pensando en tí. Es raro porque había dejado de hacerlo, al menos tan seguido. La culpable fue una canción, me llevó de la mano hasta dónde te quedaste. Luego la música me devolvió tu imagen. La verdadera sorpresa fue encontrarla intacta, a pesar del tiempo. Lo primero que noté fueron tus ojos. Ahí estabas, como siempre, mirándome extrañada. Con el cabello revuelto y la sonrisa burlona compartida. ¡Debiste ver mi reacción! Tuve el impulso de correr a abrazarte y llorar como una tonta. Hay tanto que decirte, tantas razones para estar feliz de verte: la distancia, el tiempo, el recuento de pérdidas, las pocas ganancias y las muchas miserias.
Habría bastado con que fueras tú en verdad y no un recuerdo quién que se me presentó. Te he extrañado mucho, sabes. La vida ha sido difícil. Mi confianza se fue contigo y no ha vuelto. Conoces la historia, la viviste conmigo manteniéndome a flote. Luego, bueno una de esas rachas en que dejamos de vernos. Desde entonces, nada.
Las cosas cambiaron, hiciste lo que todos y no te culpo. Lo único que te puedo reprochar es el haberte convertido en la pauta de mis futuros amigos. Irrepetible.
Alguien me dijo, momentos después, que había algo de mí que le gustaba: Te aíslas . Me extrañó que lo dijera como algo positivo, por lo general viene con tono de reproche. D dijo que ella también lo hace, que lo entiende. Quise explicarle, pero me pareció inútil.
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