Para Alicia
Quería tomarla de la mano como aquél viernes en la tarde. La última vez. Hizo un esfuerzo por abrir los ojos en medio de tanto dolor. No pudo reconocerme, lo sé. Lo padezco. Las huellas en sus brazos, en sus ojos advertían que era tiempo. Al final, un grito: -Me duele-, repetido infinitamente en mi cabeza.
A mí también, me sigue doliendo.