6 de noviembre de 2010




Estábamos en la facultad, para variar. Con la persona más improbable del presente, en un lugar lleno de pasado.
Me sonreía y yo a él, era raro. Un grupo diverso, algunos de letras y otros de pintura, organizando algún proyecto.
Sospechosa cercanía, contacto físico  y una familaridad desconocida. Se sentó junto a mí y de pronto me besó, tuve el impulso de alejarme y no lo hice.  Las personas que estaban con nosotros tampoco se lo esperaban. Miradas curiosas, sonrisas cómplices. Yo misma estaba extrañada pero al final los dos sonreímos nerviosos. Luego del silencio incómodo seguimos trabajando. Intercambios de miradas. Atmósfera rosa, demasiado rosa.

Después una voz, tu voz. Levanté la vista y ahí estabas. Equivoqué el verbo: estaban, ella  venía contigo. Al verme repitió la rutina acostumbrada: tomarte del brazo y lanzar una mirada desafiante e irónica. Territorial y canina, mi homónima amiga. La misma de siempre y yo también.
Me disculpé con alguna excusa que nadie creyó, él trató de detenerme y me fui sin escucharlo. Bajé las escaleras por las que acababas de subir. Lloraba por predecible y estúpida. En plena huída me distrajo una tortuga que trataba de subir los escalones con dificultad. Me detuve y entonces lo supe: Esto no es real.

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