Apenas había leído sobre el 20 aniversario del Iguana y pensé en ir a alguno de los conciertos que estaban organizando para celebrar. Confieso que hace un buen dejé de ir al barrio, al principio por que le fui perdiendo el gusto y luego, cuando volví a tener ánimo de salir, por la inseguridad. La madrugada de ayer me enteré lo que había pasado afuera del Café y desde entonces tengo una angustia instalada en el estómago que no se va. Parece que no van a quedar lugares sin referencia de balaceras, muertes, violencia. Espacios que vamos perdiendo, hasta quedar recluídos en casa, el trabajo o la escuela.
Leo la opinión de quienes dicen que no podemos dejar de salir porque equivaldría a ceder. Personalmente tengo bastante qué cargar con mis paranoias propias, sin contar con las de la ciudad entera y sus balas. No me gusta ceder, es cómo decirles que sí, que está bien y que ellos ganan. Pero el miedo es más fuerte.
Temo que alguien que quiero pueda verse atrapado en medio de estos campos de batalla improvisados en cualquier sitio y hora. Que, sin deber nada, sean víctimas de ésos que convirtieron la ciudad en su campo de tiro. Temo que la autoridad siga sin hacer nada permitiendo que ellos mantengan el poder. Temo que cada vez sean peores los escenarios y menos las reacciones de asombro.
El acostumbrarnos, eso temo.
El acostumbrarnos, eso temo.
Mientras tanto nos quedaremos sin Café Iguana, sin vida nocturna. Con la incertidumbre de tal vez no volver a casa al final del día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario