Hace unas horas te fuiste y no pude despedirme. No puedo estar contigo ahora y sé que me va a pesar para siempre. Te escribo para tratar de poner orden en mi cabeza, los recuerdos se me están amontonando y se me atoran en la garganta. Puedo verte en la mesa, escondiéndole cosas a Lalo para hacerlo enojar, mientras sonríes como un niño. Caricaturas en la tv y tus carcajadas se escuchan hasta el patio. Le pides un café a mi abuela, a media tarde y ves las noticias atentamente. Dormitas con el control de la tv en la mano pero despiertas si alguien la apaga. Los viajes al Istmo saliendo muy temprano de casa, tus notas durante todo el camino, detenernos a comer en algún lugar bonito de la carretera, bajo un árbol. Contarnos de memoria la distancia entre un lugar y otro, las salidas de autobuses que hay, los caminos que seguían antes, los nuevos. Tu uniforme colgando en la ventana de atrás para cuando un retén nos detuviera y preguntara por tus datos. Decir que eres sargento primero retirado, mostrar tu uniforme e identificación, ver que el soldado te saluda antes de dejarnos seguir. Lo recuerdo todo, tú me llevaste a recorrer las carreteras desde casa hasta Oaxaca por primera vez. Hiciste que amara viajar en auto. Me llevaste al mar, insistías en que conociera a todos los familiares posibles, la importancia de saber de dónde venimos. Me contaste tu triste historia de niño, me mostraste todas las fotos que lograste juntar de tu familia. Lo mucho que sufriste y lo difícil que fue sobrevivir. Amabas la fotografía y me heredaste ese amor. Atesorabas muchísimas fotos, herramientas, revistas y libros. Eso también lo heredé. Viviste más de 50 años al lado de mi abuela, siendo el centro de la familia. No sé bien cómo puede alguien seguir su vida después de compartirla por tantos años con una sola persona. No sé.
Gracias por todo abuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario