Jueves

Hoy vi como aplastaban a un gato. El auto ni se detuvo, seguramente no lo vio por la altura del cofre y el mini tamaño del gato. Debo decir que no soy amante de los gatos pero tengo corazón de pollo cuando de animales se trata. Me sentí culpable de no bajarme a media avenida para tratar de salvarlo. Había demasiado tráfico y todo sucedió muy rápido. Por el retrovisor vi como quedó su cuerpo estampado en el pavimento, un bulto mínimo blanco y negro que segundos antes respiraba, tenía vida. Me pregunto si le alcanzó la vida para sentir cuando el auto le pasaba por encima la segunda vez, con las llantas traseras.

Imaginé que alcanzaba a detener a los autos y lanzarme frente al que estaba a punto de aplastarlo, lo levantaba y lo llevaba conmigo. En casa tengo dos perros que no hubieran estado felices pero al final habría logrado salirme con la mía y hubiera tenido mi primer gato. Chingado, la imagen de su andar entre los autos se repite. Luego tuve que regresar por la misma calle y no pude evitar voltear a ver lo que quedó de él. Estaba completo, no había mucha sangre, su cabeza aplastada y la carne viva contrastando con su pelo blanco y negro. Pasaron las horas y sigo pensando en él, en parte porque no he hecho mucho este día (¿solo éste?) y finalmente recordé que tengo esta cantina abandonada, vendré mas seguido, ahora sí.