Está de más decir que no entiendo, que el lidiar con la química cerebral, con sus desequilibrios es cada vez más difícil. Si alguien me hubiera dicho hace un par de años que estaría en esta situación no le habría creído. Los papeles se intercambiaron y ahora me toca jugar el papel de mujer paciente, responsable y comprensiva. Este nuevo rol me queda demasiado grande. Mi verdadero yo sale a flote cuando menos lo espero y pierdo la paciencia, vuelvo a pensar en lo que yo quiero y no en lo que debo hacer.
Vivo una rutina que le da seguridad y al mismo tiempo la frusta. Estas contradicciones se extienden a todos los aspectos de nuestra vida diaria y son cada vez más desgastantes.
Últimamente mi miedo es el habituarme de más a esta forma de vida. A encontrar refugio de los miedos irracionales que el exterior o las situaciones, (simples para la mayoría) representan quedándome en casa. Cumplir horarios de manera involuntaria y repetir compulsivamente las acciones día a día.
Angustiarme cuando rompo el ciclo, sentirme culpable cuando no permanezco a su lado ante una situación que yo sé le será difícil sobrellevar por sí misma.
Pero en algún lugar debo quedar yo, tener oportunidad de lamentarme como una nena mis recientes fracasos y no tener que tragármelos para cuando haya oportunidad, cuando alguien esté dispuesto a escucharme y yo a contárselos.
...y mientras, mañana toca seguir haciendo lo que debo, aunque no quiera.