13 de abril de 2012

La comodidad de estar solo




Siempre me pasa que los afectos se me echan a perder. Querer de más, querer a lo pendejo. La única forma que conozco y la más torpe. Alegar que no sé hacerlo de otra forma debería sumarme puntos. Decir que estoy mejor cuando se pudren y ya no tengo que preocuparme por los excesos cometidos también. 
El caso es que ya no sé ni lo quiero, peor aún, ya no sé si todavía quiero. Porque dentro de esa sensación de pérdida también llegó algo que me hacía falta: paz.  Ya no podía hacer nada mal, ya no había forma. Ahora me toca probar si puedo retomar ésos afectos y  la idea me estresa.  No sé, tal vez llegué al punto en que prefiero estar sola. A pesar de todo.


Por algo tengo apenas unos cuantos amigos, a los que todavía llamo así.  Con muchos todo se debió a que dejamos de tener cosas en común, vidas en común. A que me importa un carajo la mayor parte de las cosas que a ellos les emocionan y entonces es imposible sentir afinidad. De igual forma, lo que para mi es trascendental a ellos debe parecerles una estupidez. La diferencia es que a mi eso no me ofende. La única persona que parecía estar bien con eso e igual seguía conmigo  ya no está.  


No estoy segura de querer moverme del sitio en que estoy. Es cómodo hasta cierto punto. Te acostumbras, luego de un tiempo.



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